Garroneros


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El Gobierno, que no reconoce realidades que le disgustan, trata de construir una realidad virtual para la gente. Y lo hace usufructuando recursos públicos: utiliza los medios del Estado como si fueran propios y el dinero de los ciudadanos para financiar diarios, revistas, programas de radio y de TV, productoras de contenidos y sitios de Internet y blogs adictos. El mensaje se articula en forma permanente con las necesidades del Gobierno y con los discursos de sus principales dirigentes, que parecen fijar un libreto previo respetado con rigurosa fidelidad por la prensa obediente.


INFORME EN UPDATE PERMANENTE

Montados en la marea militante oficialista, autodenominados la mierda oficialista, de cambios ideológicos repentinos, estos perros garroneros se devoran buena parte del presupuesto nacional. Cargos, contratos, subsidios, designaciones, auspicios. Militantes o simples muertos de hambre que les han tirado un hueso? Indescifrable mientras haya dogui oficial de por medio.

Dificil para ellos evitar las miradas de asco que seguramente les dirigen, sus ex-compañeros de a pie, los ciudadanos honestos, esos que van a laburar todos los dias y aportan para sus misteriosos sueldos. Peridodistas y artistas rescatados de las cloacas, se esfuerzan en demostrar su obsecuencia con el poder en cada ocasión posible. La zanahoria del dogui los radicaliza, dosis de insulina oficial y a cobrar por ventanilla. La mensualidad está justificada y bien ganada.

EL DOGUI:


En pomposas oficinas estatales trabajan por la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación. ¿Convicción ideológica o conveniencia económica? Por plata baila el mono. Ellos viven de los dineros del pueblo. Chasquean sus palmas como focas amaestradas ante cualquier dicho o acción de los principales jerarcas gubernamentales. Olvidados por el mercado, enarbolan la medialuna en busca de algún tazon de leche estatal. Son los Militantes Garroneros alimentados a Dogui Oficial.

PERROS GARRONEROS








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PERRITOS CON MIEDO

Estos les salen gratis. Son asustados y puestos en caja únicamente con ladridos. Algunos tienen sucio el trasero, otros sencillamente tienen miedo. De pasado clarinista, noventista, ruralista, y algunos procesistas. Todos muy lejos del peronismo. Cercanos en algun momento a la alianza de 1999, al Frepaso o al conservadurismo antiperonista.

Aleccionados a vainazos limpios con informes estigmatizantes en los medios oficiales (Fantino, Tinelli, Moria, Susana) o bien apuntados en revistas del poder (Dolina) o también a escupitajos en la vía publica (Viale, Portal, Chiche Gelblung).

También conocidos como "los muditos", "los distraídos" o en concreto "los cagones". Se especializan en mirar para otro lado mientras el jerarcato facho gubernamental persigue a sus compañeros y colegas. Colegas apuntados por el dedo del estado por no plegarse a la cadena de propaganda oficial. Colegas peleando por libertades para todos incluso para los “muditos”.

Ellos no se enteran de nada. Rien tristemente como idiotas que no entienden nada de nada. De miradas extraviadas y a la vez vergonzantes. Algunos también reciben sus raciones de dogui, no importa: el miedo es el elemento aleccionador primario.

miércoles, 19 de octubre de 2011

[LANATA] "Da la casualidad q siempre trabajan en el Estado..."


Todo da lo mismo, ese ha sido el mayor éxito de la batalla cultural del Gobierno: distorsionar el “relato” al punto de que todo dé lo mismo. Un gobernador filomenemista, cavallista y duhaldista tardío es ahora “Él”, huésped de un mausoleo de próxima inauguración similar a la pirámide de Keops.

Propaganda. Ricardo Jaime, Julio De Vido, Felisa Miceli, Sergio Schoklender y Guillermo Moreno son blancas palomitas del campo popular, acosadas por operaciones monopólicas de la prensa. Quien se aparte una línea del trazo oficial es denostado por el aparato de propaganda conformado, en general, por kirchneristas tardíos, camporistas recién nacidos o lúmpenes en procura de un sueldito. Los enoja que se diga que apoyan al Gobierno por plata: siempre da la casualidad de que trabajan en Radio Nacional, Canal 7 o empresas “mixtas” de privados de dudoso origen (Gvirtz, Szpolski, Sokolowicz, Electroingeniería).

Para decirlo de otro modo: empleos en los que el dinero del pueblo vuelve al pueblo. La historia no es nueva: no son los primeros vendedores de humo que saben transformar la prensa oficial en fortunas privadas. Les pasó a las dictaduras de Onganía, Lanusse y Videla con Timerman y Grondona; le pasó a Alfonsín con El ciudadano, a Menem con el CEI, a De la Rúa con el Grupo Sushi. Yo mismo vi a Diego Gvirtz, en Día D, denunciar censura contra Carlos Ávila y luego trabajar con América, fustigando después a los K desde Canal 13 y a Canal 13 desde Canal 7, todo sin que jamás se le moviera un pelo (que no tiene).


Pero, como dijimos, todo da lo mismo; cualquiera habla y acusa desde ningún lugar, porque el pasado no existe, y si existe, fue borrado convenientemente. Los propietarios de la memoria resultaron, paradoja, los más olvidadizos. Como lo hacen por dinero, sobreactúan: nadie llora más que Andrea del Boca en el velorio de Él, nadie defiende más los derechos humanos que los que consiguen su subsidio para su peliculita, su miniserie, su bolo. Cuando el aparato de propaganda tira una piedra desde la multitud, el que debe responder es aquel al que le pegó la piedra: el culpable de haber puesto la cabeza. ¿Desde dónde hablan los que acusan? Desde la infinita pureza ideológica que les da el poder: desde la impunidad total. Y, también, desde la ignorancia y la juventud de su audiencia, que muchas veces reacciona a favor de un discurso que parece contestatario aunque en verdad no lo sea.

Siempre me pregunto si vale la pena contestar. Mantengo conmigo mismo esa pelea desde hace años: ¿contestar? ¿A quién? ¿Para decirle qué? Esta vez, esa sensación del comienzo me hizo dudar: en Argentina todo da lo mismo. ¿Es realmente así? ¿Puede ser que cualquiera diga cualquier cosa? ¿Desde dónde hablan los que tiran la piedra?

Barragán. En un artículo publicado ayer por la página Diario Registrado (sostenida por fondos públicos), el libretista Carlos Barragán escribe Cómo usar al pobre Lanata. Allí afirma que el lugar que me depararon los medios gráficos es una pobre columnita de pocos caracteres en un diario que parece darle asco por lo popular. Le molesta, además, que yo haya calificado como “gusano” a uno de sus compañeros en 6,7,8: Orlando Barone.

http://perrosgarroneros.blogspot.com/2011/06/carlos-barragan.html

Ver tanta seguridad en Barragán me hizo dudar de mí mismo, y preguntarme, a la vez, por la trayectoria de mi acusador: ¿quién era este empleado estatal que me destrataba con tanta soberbia? Por lo que pude averiguar, Barragán vive de varios empleos, todos de dinero público: es “panelista” de 6,7,8, colabora en Tinta Roja de Radio Nacional, es columnista de la revista oficial Miradas al Sur y del diario paraestatal El Argentino. Según él mismo ha dicho en entrevistas, fue “remisero, kiosquero y buscavidas”, y trabajó durante casi una década como libretista de radio en el Grupo Clarín. Hablando de la Corpo, el miércoles 17 de mayo de 2006, entrevistado por Silvina Lamazares en Clarín, Barragán no mencionó una palabra de los nietos ni de Papel Prensa, sino que suspiró: “La vida me compensó de una manera increíble”. Otro hito de su carrera profesional fue haber escrito una canción titulada Soy la mierda oficialista. ¿Y yo? ¿Yo, pobre de mí, como escribió Barragán?

Dictadura. Afirma Barragán que fundé Página/12 (es así, a los 26 años) y “fundí Crítica” (no es así, me retiré del diario un año antes de su cierre). También fundé Veintiuno, Página/30, Ego, El Porteño Cooperativa, y escribí, entre novelas, cuentos, ensayos y unos 11 o 12 libros. Nada de esto, claro, me exime de poder equivocarme. En la dictadura militar fui mozo de bar, chocolatinero, oficinista y no trabajé ni recibí prebendas, créditos ni subsidios de gobierno alguno. Le agradezco a Barragán el apelativo “pobrecito”, ya que quizás no me conocía hasta hoy pero, como verá, no me lo merezco. Me hago cargo de cada palabra que digo, y no creo que todo dé lo mismo. Me pregunto, entonces, desde dónde habla él.

Y sí, quise decir que Barone es un gusano. Porque reconozco. Jorge Lanata. Fuente: Perfil.com

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